Cuando el cieno significa empeño

La historia de hoy comienza en un pequeño pueblo de Valladolid, llamado Castrillo del Duero. Este pueblo, tiene un arroyo, conocido como Botijas que estaba lleno de cieno verde de aguas en descomposición. A este cieno se le conoce en la zona como “pecina”.

Como pasa en los pueblos, los habitantes tienen su apodo por los que se les conocen en otros pueblos, como “Especiales” a los de Algeciras o “Caballas” a los de Ceuta. Pues a los de Castrillo del Duero se les llamaban los “Empecinados” por el cieno y el olorcito que debía desprender el arroyuelo.

Pues uno de los habitantes del pueblo consiguió cambiar el significado de estar lleno de cieno por si mismo. Su nombre es Juan Martín Díez, campesino de profesión en un pueblo vecino hasta que llegaron los franceses en 1808. Entonces decidió combatir a los franceses y liderar una guerrilla compuesta por amigos y familia. Su cometido era fastidiar las comunicaciones francesas y a fe que lo consiguieron, porque lograron llegar a nombrar a un general francés (Joseph Leopold Hugo, curiosamente, el padre del posteriormente famoso Victor Hugo) como “perseguidor en exclusiva” de Juan.

Era conocido como todos los de su pueblo como el “Empecinado” y no se cansaba de lograr éxitos y molestar a los ejércitos franceses, creando incluso entre los franceses que “empecinado” fuera sinónimo de testarudo y empeño. Este significado de la palabra rápidamente se extendió a todo el lenguaje castellano.

Juan Martín Díaz combatió bien durante toda la Guerra de la Independencia y en 1814 a su final fue nombrado Mariscal (no está nada mal para un hombre de su condición campesina) y se le autorizó a firmar como “El Empecinado” oficialmente.

Así tenemos a un hombre que él solo fue capaz de cambiar el significado de una palabra.

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